La belleza de lo antiguo

La belleza de lo antiguo
Manet, El tren

lunes, 13 de septiembre de 2010

Avilés desierto

El verano se va con su chispeante alegría, aquí estoy en este Avilés de noche, un lunes donde la noche borra a sus habitantes de las calles, me pregunto cuántos de vosotros seréis felices y cuántos no. La vida es corta, demasiado corta, cómo valorar un día si hay tantos iguales, pero al fin algún día se acabarán. Hoy he visitado la nueva terraza Ewan de Salinas, una terraza elevada frente al mar. Es increíble como el mar te relaja, como su sonido es un mantra natural y el ir y venir de las olas que rompen un tranquilizante visual. En fin, el mar me ha inspirado, y esta noche os ofrezco una poesía que he sentido como una canción.


Como la planta

Como la planta solitaria en el alféizar,
me veo así, aceptando mi destino,
en este patio lleno de luces,
en este patio de ambición,
donde cuelgan ropas de miseria
y llora triste un acordeón.
De la duda emerge mi sombrero:
adónde nos conduce el subterráneo,
para qué mueren al fin las amapolas
en el encaje de los sueños.


El crepúsculo canta rodeado de aves,
el sufrimiento es un pájaro al fin,
y el porvenir un pañuelo desechable
que arroja el dandy,
devorador de besos.


Vosotros me convocáis a este campo sin ortigas,
me reclamáis desde el mar, cerezo solo,
me despojáis de mi sosiego.


Algo al fin se me va ocurriendo:
que en este pueblo venido a menos,
en esta sociedad de jaulas vacías
soy vuestra compañera gimiendo,
y con estas zapatillas de esparto
ya no podré llegar muy lejos.


Buenas noches, amigos, que descanséis.

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